Una de las principales causas de ceguera en todo el mundo es el glaucoma, una enfermedad que afecta a millones de personas. Los afectados suelen desarrollar problemas de visión sin síntomas claros de la enfermedad, por lo que es difícil detectarla hasta que ya ha causado algún daño. Esto hace que sea aún más importante comprender y conocer los riesgos potenciales del glaucoma, sus síntomas y los tratamientos disponibles para quienes lo padecen.
El glaucoma es la segunda causa más frecuente de ceguera, y afecta hasta a 60 millones de personas en todo el mundo, según la Organización Mundial de la Salud. Se prevé que esa cifra alcance los 100 millones en 2020, debido al envejecimiento de la población mundial. El glaucoma se desarrolla cuando se acumula demasiada presión en el ojo, dañando el nervio óptico, que transporta las imágenes visuales del ojo al cerebro. Esto provoca una pérdida gradual de visión.
Los síntomas del glaucoma pueden ser difíciles de percibir porque aparecen gradualmente. Algunos de los síntomas más frecuentes son visión borrosa o irregular, dificultad para ver por la noche, mareos frecuentes, sensación de presión en los ojos y dolor de cabeza.
Aunque el daño causado por el glaucoma no puede invertirse, pueden tomarse tratamientos y medidas preventivas para ralentizar el desarrollo y los efectos de la enfermedad. Los tratamientos del glaucoma pueden variar en función de su gravedad y pueden incluir cirugía ocular, tratamiento con láser y medicación.
Para quienes deseen prevenir el glaucoma, es esencial visitar regularmente al oftalmólogo. Durante estas revisiones es importante asegurarse de realizar un examen ocular completo, ya que la detección precoz de la enfermedad puede ayudar a evitar el deterioro o la pérdida de visión. Otras medidas preventivas que se pueden tomar para reducir el riesgo de glaucoma son llevar gafas de sol que ofrezcan una alta protección contra la radiación UV, dejar de fumar y seguir una dieta nutritiva llena de vitaminas y minerales saludables.
El glaucoma es una enfermedad grave que supone una amenaza real para la salud de la visión. Cuanto antes se detecte la enfermedad, más probabilidades habrá de controlarla. Si se conocen los síntomas, se presta atención a los cambios en la visión y se acude al médico, los afectados o los que corren riesgo de padecer la enfermedad pueden crear un plan de tratamiento que les ayude a proteger su visión.